Un lluvioso día de Noviembre, veo a mi hermana mayor, casada hace ya ocho años, como «renacida» y cuando se lo digo, ella sonriendo y un tanto azorada por «verse descubierta» me cuenta que días antes, su marido la sorprendió con un plan distinto, que incluía cena íntima, (que no familiar, porque los niños se quedaban en casa con la niñera), e ir a ver una película de cine independiente, Once, qu los dejó tocados emocionalmente, tanto que les hizo hablar abiertamente sobre lo que habían visto y sobre sí mismos, mientras tomaban una copa. A veces un plan especial o sencillamente diferente, te ayuda a escapar de la rutina en que a veces se convierte nuestra vida.
Esto fue lo que me llevó a interesarme por una película, que en el último festival de cine independiente, el festival de Sundace que ideara Robert Redford en su día, se llevó uno de los premios, y se ha ganado la admiración de grandes cineastas como Steven Spielberg y en España, de otros menos entusiastas aunque igualmente la valore, Fernando Trueba que la tilda de «viva». Sólo añadiría que además «vivifica». Sales del cine, recuperada la esperanza, pensando te puede pasar a ti,o simplemente enamorándote de nuevo, (no hace falta que sea de persona distinta o del protagonista).
Once, ha sido sin duda una de las agradables sorpresas que nos deparó el pasado año, 2007; una película de 90 mínutos de duración, y un presupuesto corto de 120.000 euros, que ha llegado a recaudar más de tres millones de dólares sólo en Estados Unidos, (en algunos foros he leído que hasta 7), y que recomiendo a los amantes de los musicales románticos.
Dirigida por John Carney y protagonizada por unos desconocidos Glen Hansard y Marketa Irglova, que se definen a sí mismo como «dos músicos que actúan», trata la historia de un músico irlandés y una inmigrante checa que trabaja la calle para mantener a su familia. Se ven, y a partir de ahí a través de una amistad fomentada por su amor a la música, llegan a conocerse de verdad. Esto es lo por lo que realmente te cala, en un momento en que abunda el personaje de cartón piedra.
En la sencillez de los escenarios, en la naturalidad de sus protagonistas (según manifestó Hansard: es un documental sobre ellos mismos porque hay escenas en que no actuamos), y en la verdad y fuerza del contenido (una historia de amo platónico que, como tal, no llega a consumarse), es donde radica la clave de su éxito.
Por cierto, una curiosidad , su título «una vez» se debía al único beso que salía en la película, pero que finalmente fue suprimido.
Un comentario de los lectores
LA SIRENITA
18 enero 2008 a las 12:29
1Y AQUI TAMBIEN ESTOY . BESOS SARAH