Según publicaba este pasado domingo el diario La Razón, Aída Nizar, una de las concursantes más polémicas de Gran Hermano, quiere ser periodista, (por la vía rápida, la del dinero fácil sin esfuerzo ni estudio de por medio).Lo noticiable aquí, como bien diría María Patiño, (si es que esto alcanza la categoría de noticia), es que para ello, no se le ocurre otra cosa que personarse en la Asociación de la Prensa de Madrid (APM) para solicitar su ingreso, alegando que «lleva más de cuatro años ejerciendo» (se refiere a ir de plató en plató con mucho ruido y pocas nueces), creyendo que eso basta para formar parte del gremio. ¡¡Hay que tener cara!!
En realidad, no deja de ser una anécdota, (esperemos que aislada), tildada por el propio periódico como «surrealista», y que en la piel de los mortales causa incredulidad y risas, y en la de los profesionales de los medios de comunicación, más bien indignación.
¿Hasta qué punto hemos llegado?. Por un lado, para participar en programas de corazón, o de debate, no hace falta preparación académica ni humana alguna, (con lo cual, ya se puede ver la calidad y lo que se puede esperar de los mismos), y por otro, el ‘intrusismo’ sale rentable a la televisión.
Me pregunto, ¿qué responsabilidad tienen aquí tanto los profesionales que se prestan a este juego, (desprestigiándose a sí mismos), como la televisión que da alas a este tipo de personajillos creados por ella misma?. Se llegan a creer su papel. La realidad supera a la ficción, pero para ¿bien?…
Un comentario de los lectores
Luis López
31 enero 2008 a las 14:54
1Hay una gran diferencia entre un periodista nato, un tertuliano y un personaje como el que nos ocupa. El primero es un profesional de los medios, el segundo puede ser una persona cualquiera que tiene algo que decir, y el tercero no es más que una atracción de feria.
En el fondo, Aida y otros muchos como ella me dan pena. Es cierto que rentabilizan (económicamente, claro) el tiempo en que se prodigan por los platós, pero al fin y al cabo son una moda, y las modas pasan… Triste destino.